Opinión

Es la hora de la inteligencia emocional

A convertirme en empresario me ayudó el conocimiento de mi sector, la experiencia y, por encima de todo, el optimismo que tengo desde pequeño. Siendo joven trabajé en el extranjero y conocí otros modelos de gestión más avanzados que el nuestro. Ahí estuvo parte de la clave pero la otra ha sido, sin duda, el equipo que me rodea y todas las horas que he dedicado a estudiar el comportamiento humano y la llamada inteligencia emocional.

No creo que esa inteligencia emocional, a la que algunos consideran, simplemente, “don de gentes”, sea solo innata. Es cierto que hay un componente natural, pero la mayor parte se cultiva. Conocerse a uno mismo, sentir empatía hacia los demás y generar emociones positivas es la triada indispensable para lograr que cada persona de lo mejor de sí mismo en un proyecto, aporte sus valores al resto del equipo y, en definitiva, sea feliz trabajando.

Entre las escasas cosas buenas que nos ha traído el 2020 está la importancia que ha cobrado la inteligencia emocional en nuestras vidas. Pocas veces nos hemos visto tan obligados a poner a prueba nuestra resiliencia y capacidad para gestionar correctamente las emociones como ahora, que tenemos que enfrentarnos a los devastadores efectos de una pandemia.

“Entre las escasas cosas buenas que nos ha traído el 2020 está la importancia que ha cobrado la inteligencia emocional en nuestras vidas”

La inteligencia emocional es la única que puede ayudarnos ante la presión del día a día y la incertidumbre del futuro. Y con ello me refiero a resiliencia, simpatía, asertividad, comunicación o sentido del humor… En otras palabras, todas esas cualidades que nos ayudan a conservar la sonrisa y la buena onda, a pesar de la que está cayendo.

Aplicándolo de forma más práctica a nuestra vida y al trabajo, eso implica ser auténticos y transparentes; mantener la calma para analizar una situación y responder ante ella, en lugar de contestar atacando o ponernos a la defensiva; mostrarnos positivos en las negociaciones difíciles; y, sobre todo, no alimentar los dramas, que son tantos y tan variados hoy en día, sino tratar de reducirlos.

Es comprensible que haya momentos en los que nos dejemos llevar por el estrés o que nos invada el miedo o los pensamientos negativos. Pero, os animo a que profundicéis en la inteligencia emocional, conectéis con los demás y construyáis puentes que os lleven allá donde nos propongamos llegar.